Maria Teresa Aláez García

Error

Estoy en la soledad más vergonzante.

 

 

La soledad sin esperanza de tener compañía.

 

 

La soledad que duele y no tiene consuelo.

 

 

La soledad que sufre su propia soledad  y que vive sin aliento, demoliendo el interior del alma, destrozando los ánimos, abatiendo las fuerzas, descomponiendo las entrañas.

 

 

Estoy en el pozo más hondo: el que no tiene pretil, el más grande del mundo: la misma tierra.

 

 

Por que si malo es ser enterrado en vida, peor es vivir con el alma encerrada y muerta.

 

 

No sentir. No ver. No amar. No pensar No investigar. No reproducir. No crear.

 

 

Limitarse únicamente a regocijar los instintos: comer, beber, defecar, fornicar y darse todas las satisfacciones posibles, las satisfacciones ilusorias que cada vez son más caras porque nunca llegan a satisfacer del todo, sólo momentáneamente.

 

El cuerpo pide más y el alma exige mucho más. Un cuerpo destrozado, un alma desvalida.

 

La realidad es bella y espantosa a la vez. Las expectativas asesinan en primer grado.

 

 

Nunca habrá nadie que ame sin pedir nada a cambio. Nunca se regalará un beso por puro amor, sino para pedir alguna cosa. Nunca se dará la mano por que sí. Siempre habrá algo detrás que dé una compensación egoísta a una persona.

 

 

Quería ver la vida maravillosa en azul. Preciosa y libre en verde. Evocadora en amarillo. Llamativa en anaranjado, apasionada en rojo, misteriosa en negro, enigmática en lila. Hoy, sabiendo que esos colores son ilusorios porque la vida en realidad es oscura e incolora, todo ésto no tiene sentido. La vida es marrón, es negra, es maloliente, es acaparadora e interesada, la vida es rencorosa y cobarde, la vida es acaparadora y mezquina, la vida es traidora, es un arma de doble filo que te hace subir hacia un universo paralelo para luego dar la vuelta a la bola de cristal y hacer caer el ánimo al mismo infierno. Cuando uno se ha acostumbrado al infierno, entonces la vida te lleva al cielo para que recuerdes que siempre hay algo mejor y sobre todo, que estás aquí para sufrir. No hace falta que los curas, los padres, los vecinos o el jefe lo hagan Ya la vida es maestra en el fracaso y en cegar a los ilusos.

 

 

Aquí está la realidad pero me consta que todavía no he terminado de pisar fondo y eso me da miedo. Y no sé si luchar por conseguir lo que desea todo el mundo, ser aborregados pero con gracia y dignidad y haciendo aparentemente lo que uno desea o dejar todo de lado, dar la espalda a lo que tengo presente y cierto y sumirme en el límite de la discordia.

 

 

No volveré a levantarme por la mañana con la ilusión de saber qué de nuevo me deparará la vida. He entendido que es una esperanza infantil y me dedico a que mi hijo al menos no la espere sino que la viva  y sepa y entienda qué cosas realmente existen y qué cosas son totalmente mentira.

 

 

Unas personas dirán, al leer estas palabras: "Está amargada". Otras dirán: "Qué pesimista". Otras, que no sé de lo que hablo y otras, que me hace falta un buen psicólogo. Habrá quien me dé la razón. Habrá quien no me lea nunca en su vida y habrá quien me siga ora para reirse, ora para ver qué nueva locura se me ofrece contar.

 

 

No he encontrado ninguna música que se haya compuesto por el gusto de ofrecer una bella melodía para el regocijo de la gente. Así que no coloco música.

 

 

No he visto ninguna acción que no esté exenta de egoísmo para recibir algo: honores, dinero, cariño, poder, reconocimiento, consuelo, tolerancia. Así que nada que resaltar.

 

 

Tengo ganas de quitarme los nudos de mi interior. Son como pulpos que van enlazando sus tentáculos y cuando se les separa, enganchan otros tentáculos. Sé que esos nudos seguirán ahí in aeternum.

 

 

En fin, otra metedura de pata. Hay personas que van de triunfo en triunfo, otras de estrella en estrella, otras de peseta en peseta y otras de víctima en victima.

 

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Published on e-Stories.org on 07.12.2007.

 
 

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