Luis Alberto Serrano

Ángeles contra Bombas

     El CERN era un objetivo demasiado apetecible. Cuando se creó, en el año 1954, el Consell Européen pour la Recherche Nucléaire (Organización Europea para la Investigación Nuclear) se supone que se diseñó con fines de colaboración internacional para la investigación conjunta. Todos sus países miembros aportan un capital y la humanidad se beneficia de esos conocimientos. Pero, ¿quién nos dice, hoy en día, que esos conocimientos no se emplean para ampliar el potencial armamentístico de algunos estados?. Por eso, el CERN, será siempre un objetivo militar demasiado apetecible.
 
     La bicicleta cayó por la ladera del barranco, pero Rommel quedó tirado en la cuneta. El conductor del coche rojo que lo golpeó ni siquiera paró para ver que le había pasado. Un autobús que venía detrás lo vio todo. Pronto, todos se bajaron a auxiliarle. Como era lógico, se preguntó si había algún médico presente. Una enfermera le tomó las constantes y lo único que pudo hacer es llamar desde su teléfono móvil para que enviaran una ambulancia… y un forense. Psicólogo de profesión, con 30 años sanos y saludables, vino a morir por causa de una de sus pasiones: el ciclismo. Era campeón de velocidad en su Acapulco natal donde se le rendiría un concurrido homenaje.
 
     Akiro buscaba en internet un billete barato para salir de vacaciones fuera de Japón. Le encantaba viajar y conocer la historia de otras culturas y, sobre todo, le fascinaba entender las diferentes religiones. Era por placer porque su trabajo era de ingeniero informático de una multinacional ordenadores diseñados para grandes empresas. Su casa estaba toda computerizada. Podía decirle a la cafetera a que hora debía encenderse con su voz y la cama tenía un ingenioso sistema de poleas, que había inventado, para que se hiciera sola. Ese día estaba lloviendo, y esto le motivó a buscar un destino soleado. De repente, se fue la luz. Con la linterna de su móvil buscó el cortocircuito. Lo encontró fácil. Bajó las palancas de entrada de corriente  y empezó a repararlo. Lo que solemos llamar “la casualidad” hizo que fuera justo cuando entraba la señora que le limpiaba una vez por semana. Ella, al no haber luz, subió las palancas y una descarga de 10.000 voltios truncó el viaje de Akira de raíz. La limpiadora lo encontró al ir a la cocina porque le dio un extraño olor a quemado.
 
     Se había ganado la jubilación anticipada pese a su juventud. Tenía 42 años bien llevados. Joseba estaba en estado de reserva. Había sido el comisario de lucha anti terrorista más joven de España. Ahora, que ETA había decretado el estado de tregua, le habían dado vacaciones ilimitadas mientras no volviera el conflicto armado. Ojalá no tuviera que ir a trabajar nunca más. El tiempo lo dedicaba a sus pasiones: la pesca y el montañismo. Ese día iba a hacer las dos cosas. Cogió su caña, heredada de su padre, y su equipo de escalada para subir por una pared y, luego, bajar por el otro lado del acantilado hasta llegar a una cala donde no llega nadie y poder pescar a su antojo la gran cantidad de besugos que allí merodean. La subida fue perfecta, pero en la bajada falló. 25 metros en caída libre fueron mortales tras golpear contra las rocas que había en el agua. Era querido en la policía por lo que se le buscó sin descanso. Apareció flotando dos días después en una playa cercana.
 
     Rommel, Joseba y Akira se conocieron en una blanca habitación. Tenían cierto miedo pero los tres coincidían en algo, les seducía la sensación de estar experimentando algo nuevo. Necesitaban hablarse pero ninguno se atrevía a dar el paso. No les había dado tiempo a asimilar lo que les había pasado. Habían muerto. Los tres tenían en la cabeza la misma pregunta: “¿Qué hacían allí?. Pronto llegó una dama alada con un ceñido ropaje blanco y una fuerte presencia de autoridad. “Siento la urgencia con la que les hemos llamado, pero la ocasión no nos dejó alternativa”.
 
     Ahí fue cuando los tres individuos se dieron cuenta de que todas sus vestimentas eran blancas y tenían alas. Eran más pequeñas que las de Santa Juana, que así fue como se les presentó. Les inquietó mucho verse con alas en sus espaldas.
 
     “Perdonen que les hable deprisa pero no podemos perder más tiempo. Ustedes han sido reclutados forzosamente para cumplir una misión”, les dijo. Ahora ellos empezaron, de repente, a sobre encogerse. Empezaron a tener miedo. La guerrera empezó a relatarles el motivo de sus muertes.
 
     “Peligra la humanidad. El CERN ha estado haciendo experimentos que rozan, demasiado ya, los límites de lo prudente. Un fallo nuclear en el nuevo experimento que están haciendo, podría desencadenar una explosión tan grande que desaparecería completamente Europa del mapa. Ustedes sólo conocen, por ahora, lo que habéis vivido en vuestra última existencia en la tierra. Pero su estancia en el mundo terrestre les ha servido, como siempre, para la formación de la verdadera personalidad que tendréis en esta dimensión que llamamos Ausinea.
 
     Con cada reencarnación, ustedes van adquiriendo virtudes. Esas son las que van conformando vuestra personalidad aquí. No se asusten si les digo que ustedes llevan varias reencarnaciones siendo guerreros de las fuerzas del equilibrio, lo que en la tierra llaman: las fuerzas del bien. Pero aquí las cosas no están del todo en equilibrio como quisiéramos. Existen las fuerzas del caos, o lo que en el mundo dicen: las fuerzas del mal.
 
     Aprovechando la debilidad humana por llegar a esos límites del conocimiento, las fuerzas del mal planean un ataque con bomba aprovechando que están realizando ese experimento. Si esa bomba explota durante el mismo, morirán millones de personas desde el Atlántico hasta los Urales. No podemos permitirlo”.
Joseba fue el primero en quitarse el miedo. Estaba acostumbrado a bordear la muerte y entendía de bombas. “¿Y que pintamos nosotros en esto?”. Se les informó que realmente sus vidas habían sido un curso de formación previniendo esta eventualidad y que ese equipo de trabajo de tres miembros ya había sido decidido antes de que ellos nacieran en la tierra. Ellos entendieron que por eso cada uno tenía la personalidad adecuada para complementar a los otros en una misión especial. Sólo faltaba saber: cuál era la misión.
 
     Santa Juana les explico con pelos y señales. Las fuerzas del mal se habían metido en el corazón de un científico. Era muy bueno en sus innumerables investigaciones y un gran guerrero. De hecho, estando ya en sus más de cien reencarnaciones, todos se sorprendían de que nadie se hubiera dado cuenta de su debilidad. Las fuerzas del caos lo habían corrompido con demasiada facilidad. La misión que les encomendaban era ir al refugio que se encontraba en las antípodas del CERN e impedir que lanzara la bomba.
 
     Tendrían que ir a Chatham Island, una isla neozelandesa que es donde se había montado el cuartel general y donde estaban diseñando la bomba que penetraría las gruesas paredes del acelerador de hadrones. Allí había como unas 40 personas entre científicos y técnicos. Akira pregunto tímidamente si pertenecían a algún grupo religioso. Santa Juana les dijo que sabrían todo en su momento, pero que en Ausinea no existían las religiones como erróneamente se pensaba en la tierra. Ahí eran todos iguales, que la religión se había inventado en la tierra y ahí debía quedar.
 
     Les informó que, ”en las fuerzas del caos hay gente que ha vivido terrenalmente como cristianos, islámicos, budistas, e incluso, de otras adoraciones. Es más, en esa isla hay trabajando gente de varias religiones. De hecho, este equipo, que ya ha trabajado junto otras veces, habéis estado viviendo con una religión diferente vuestra vida terrenal. Akira era sintoísta, Rommel católico y tú, Joseba, que eras ateo.
 
     El ciclo en la tierra había servido para que Rommel adquiriera más fuerza física, por eso era ciclista, pero sobre todo, tenía que aprender psicología. Muchas veces es más efectivo pensar las acciones de los enemigos que emplear la fuerza. Ahora tenía las dos cosas. Akiro había sido adiestrado en la tierra a las nuevas tecnologías. Llegado el caso de tener que desactivar una bomba, el estaría en disposición de hacerlo entendiendo el software y el hardware que la maneja. Y Joseba había sido adiestrado contra ataques terroristas. Necesitaban un hombre que adivinara las estrategias que iban a seguir los siervos del caos para completar la destructiva misión. Y él era el hombre adecuado.
 
     La guapa guerrera les dio una foto de Winter Boss. Candidato al nobel de física en varias ocasiones, fue alumno de Murray Gell-Mann, el científico que clasificó las partículas elementales de las que se componen los átomos. Ahora, el profesor Winter era el responsable de la lectura de los datos que salían de los experimentos en el CERN. Es por eso que las fuerzas del caos lo eligieran por poder tener un miembro infiltrado dentro de la organización. Invadido su corazón por tres guerreros del mal, el profesor estaba sometido a los dictados de las fuerzas de caos. Sin dilación, el comando preparado partiría de inmediato a adentrarse en ese corazón y librar batalla para liberar al científico de un maléfico e involuntario empeño de destruir Europa.
 
     Partieron sin demoras. Llegaron a la isla oceánica. Localizaron el laboratorio y pronto dieron con el profesor. “Asumo el mando desde ahora” aseguró con firmeza Joseba por órdenes de Santa Juana. No sabía lo que se iban a encontrar al entrar en el corazón del científico. El estratega decidió que entrara primero Rommel y que si no había peligro les hiciera una señal. Hasta que esto ocurriera no entrarían los otros dos. Convinieron proteger a Akira y que sólo luchara en caso necesario. Era más importante por sus conocimientos que por su fuerza.
 
     Rommel entró, pero no le dio tiempo de hacer ninguna la seña. Los guerreros del caos lo apresaron. Parecía como si lo estuvieran esperando. Tenían bien defendido el corazón sabiendo que ese ataque se produciría. Joseba cambió de estrategia viendo que el ataque ya no era una sorpresa. Introdujo a Akira para que lo capturaran. En el momento que lo iban a apresar, entró con fuerza y atrajo a uno de los guerreros del caos hasta sacarlo del corazón.
 
     Por ahora iban perdiendo. El jefe del comando había capturado un rehén, pero había perdido a sus dos soldados. Rommel, dentro, empezó a reír. “Ya hay uno fuera”, dijo. Y terminó sentenciando con una carcajada “pronto estaréis los tres”. Akira vio claro que estaba empezando a usar sus dotes de psicólogo. “¿Viste que rápido lo ha sacado?, me habían dicho que mi jefe era el mejor, pero si no lo veo, no lo creo” el japonés empezó a apoyar a su compañero en la tarea de infligir miedo. Justo cuando le iban a asestar un golpe mortal, se oyó un grito que venía de fuera del corazón.
 
     Joseba había dormido de un puñetazo a su contrincante para poder conservarlo retenido pero poder tener capacidad de movimiento. Con un guerrero menos en su corazón, el profesor Winter tuvo un atisbo de duda entre si estaba haciendo bien o mal. Los soldados del caos lo notaron. Vieron que siendo uno menos, la fuerza sobre el científico se debilitaba. Rommel, en una pose chulesca les ayudó a buscar la solución. “Tenéis que salir a buscar a vuestro compañero, si no queréis que el profesor se llene de dudas y decida abortar la misión”, les invitó. Akira no entendió bien a donde quería llegar. ¿Les estaba diciendo que la solución era matarles a ellos dos allí dentro y salir a buscar a su compañero en una lucha de dos contra uno?. No entendía.
 
     “Pero claro, con vuestro amigo fuera de combate, vosotros dos no podréis con esa máquina de matar. Que sepáis que vuestro amigo ya no existe.” Les intimidó más. Les pidió que negociaran con él, que por la fuerza no podrían rescatar a su compañero. Akira estaba callado. No entendía nada. Empezó a tener claro que en su próxima reencarnación pediría que le adiestraran en psicología. Rommel trataba, hablando, de ganar tiempo. Sabía que si Joseba había dejado inconsciente al guerrero era porque iba a pasar a la acción. Con sus palabras estaba intentando darle una dosis extra de poder. Dedujo que iba a entrar a por ellos. La estrategia era clara, cuando él irrumpiera y se fuera a luchar contra uno de los guerreros que estaban dentro, los soldados alados se irían a neutralizar al que quedara libre. Ellos lidiarían dos contra uno y Joseba que se las apañara en lucha de igual a igual con el otro. Pero eso tenía que ocurrir ya, porque los guerreros del caos también sabían que tenían que matar a los miembros del comando del equilibrio apresados para poder luchar sin cargas.
 
     Pero, ¿cómo le diría a Akira que si entraba Joseba, ellos dos se abalanzaran contra el guerrero que se quedara libre?. “Bueno Akira. Hasta aquí llega nuestro trabajo, juntos. Me hubiera gustado conocerte más. Que sepas que ha sido un honor compartir contigo y espero que a dónde tenemos que ir, qué lo hagamos juntos”, le dijo, dándole retintín al final de la frase.  Pero volvió a repetirle “y si hemos de morir, que los dos vayamos hacia el mismo sitio juntos”. Akira lo vio claro, una repetición de secuencias es un mensaje. Era de los algoritmos matemáticos más fáciles de encontrar. El mensaje es “donde vayamos, vamos juntos”. Ahora, sólo le faltaba saber que significaba eso.
 
     Mientras el informático debatía el recado en su cabeza, Rommel gritó un sonoro “Ya”. Sabía que no podía esperar por Joseba. O lo hacía ahora o estarían muertos y no volverían nunca más a Ausinea y, lo que es peor, le molestaba saber que no volvería a reencarnarse nunca más. Joseba estaba esperando esa señal. Y entró a lo loco con determinación de matar o morir. Les habían descubierto y no cabía negociación. La jugada les salió perfecta. Entró como en un zulo lleno de explosivos lleno de miembros independentistas. Se agarró a uno de los guerreros con el fin de acabar con su vida si hiciera falta. Rommel se abalanzó sobre el otro y, ahora, Akira entendió lo de “juntos”. La fuerza del ciclista no hizo falta porque el japonés lo supo inmovilizar con una técnica de judo. Con un mínimo de esfuerzo tenía apretado contra el suelo a su adversario cómo le había enseñado su maestro en la infancia terrenal. Por ello, Rommel se quedó libre y pudo ir a ayudar a Joseba, que voluntariamente había elegido al contrincante más fuerte. Según estaban forcejeando Rommel le dio un certero golpe en la nuca que lo dejó dormido. Lo sacaron fuera del corazón a dormir con su compañero.
 
     El profesor se sentó en una silla de la nave donde estaba la bomba preparada. Empezó a tener serias dudas de lo que iba a hacer. Sabía que cuanto más tiempo pasara, más dudas iba a tener. Ahí estaba delante de él. Una bomba termonuclear de 50 megatones que unida a la potencia del acelerador lineal podría llegar a 1 gigatón, es decir, mil megatones. Esto viene a ser como 500 veces la bomba de Hiroshima. Europa fuera del mapa. El misil que portaba la carga estaba preparado para lanzarse en cualquier momento. Estaba diseñado para ser invisible y sortear todos los radares. Esa bomba, desde que Wilson apretara el botón, no volvería a verse hasta su explosión. “Si no lo hago ahora, no lo hago nunca”, pensó.
 
     El comando del equilibrio, sacó por la fuerza al último de los guerreros. Lo llevaban agarrado entre Akira y Rommel. Joseba le pidió que contara hasta tres, pero cuando tímidamente dijo “uno” le asestó un puñetazo que lo mando a dormir con sus dos compañeros. Los tres alados volvieron a entrar al corazón a tratar de desmantelar la idea que tenía el científico, de volar Europa, ahora que estaba libre de su posesión maligna.
 
     Akira grito: “tarde, ya ha activado el código de lanzamiento.”
 
     En la nave, el profesor Winslow lloraba, había dado la orden de lanzamiento y le asaltó un tremendo remordimiento. Estando las fuerzas del caos fuera de su corazón, empezaba a ver con claridad. “¡Dios mío, que he hecho!” sollozó. Empezó a intenta detener el lanzamiento. Pero cómo él no había diseñado el artilugio ni su mecanismo, no sabía cómo pararlo. Intento levantar la tapa a ver si cortando cables se eliminaba la cuenta atrás. Cuando lo abrió, fue devastador. Cables y más cables. Cogió unas tenazas y empezó a cortar a discreción. Al primero que cortó consiguió que se apagara el reloj y todo el artefacto. Se quedó alucinado. No podía ser tanta suerte.
 
     Joseba y Rommel abrazaban a Akira. Identificó a la primera el cable naranja que venía de la fuente de alimentación. Normalmente era rojo el cable de suministro de corriente, pero viendo que era el único que estaba caliente determinó que sería el que llevaba electricidad hasta el generador antes de que lo activaran pulsando el botón. Habían completado la misión con éxito y se dispusieron a volver a Ausinea con sus tres rehenes capturados.
 
     Tras parar el lanzamiento del misil, el profesor Winslow Boss se quitaba la vida.
 
     Santa Juana les abrazo muy efusivamente. Akira, envalentonado, le quiso hacer una pregunta: “Si aquí no hay religiones, ¿Por qué tú eres santa?”. Ella rió y le contestó que en el mundo terrenal, las religiones habían adoptado tradiciones según les iba haciendo falta. En Ausinea hay santos de todas las religiones porque esta categoría es un grado en nuestro impío escalafón. Los tres miembros del comando eran jóvenes y ninguno llevaba más de 10 reencarnaciones. Estaban, por así decirlo, en fase de aprendizaje. Sólo cuando se llevan más de doscientas reencarnaciones ya se tiene un control que hace que se pueda entrar y salir del cuerpo a voluntad. Por eso algunos son capaces de hacer lo que se le llaman “milagros”. Pero eso, ellos, ya lo aprenderían en su momento.
 
     De lejos venía un anciano vestido de blanco, cómo ellos, y con unas grandes alas. Fue cuando estuvo cerca cuando descubrieron al profesor Winslow. Éste, abrazó a uno por uno y les dio las gracias por librarle de las fuerzas del caos. Akira, que solo llevaba dos reencarnaciones estaba preguntón. “¿Y que pasará ahora con los guerreros del caos capturados?”, interrumpió. Les explicaron que volverían a ser guerreros del equilibrio pero que, antes ,deberían pasar un severo castigo. Es obvio que su siguiente reencarnación sería un calvario. Serían serpientes del desierto seguramente, para que tuvieran tiempo de pensar, durante mucho tiempo, lo que habían hecho.
 
     Santa Juana les pidió que descansaran ya que pronto volverían a nacer en la tierra.
 
     Akira se giro hacia Joseba y le preguntó bajito: “¿tú crees que Santa Juana es Santa Juana de Arco?”.
 

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Published on e-Stories.org on 02.06.2016.

 
 

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