INDESCRIPTIBLE.
¿Han escuchado ustedes esa
música de fondo que se coloca en las películas, cuando hay momentos de tensión?
Añade al argumento de la
película o de la obra el elemento del suspense, del miedo.
Hace de una situación normal o
cotidiana una situación equivoca o aparentemente errónea que no cuadra con
nuestra visión diaria de las cosas.
Pongamos un cuadro cotidiano.
Una mujer plancha la ropa. Sus hijos juegan, cerca de ella. Ella esta en la
galería o en la cocina y sus hijos en otro lado de la galería o en el jardín.
Si colocamos una ambientación
musical como – para que nos entendamos – la introducción a “Se ha escrito un
crimen” que es alegre y desenvuelta, el cuadro nos hablara de una persona feliz
que se encara con las mañanas alegremente y de unos hijos sonrientes, bajo un
cielo soleado, en una mañana no demasiado calurosa. Además la tarea se realiza
con gusto y nuestra mente, que tiende a engañarse y a encuadrar las cosas,
intenta ajustar el movimiento de la mano al planchar al ritmo de la música.
Cambiemos la ambientación. Probemos algunas piezas de Beethoven.
La mujer continua planchando y
los niños jugando. Unas veces se pelean, otras se ríen y otras se mantienen
callados y entretenidos. La mujer plancha a un ritmo normal. El brillo en la escena
– la iluminación – es normal, ni muy deslumbrante ni poca, como sobre las once
o doce de la mañana.
Apliquemos el “Claro de luna” de
Beethoven.
Cambiara el aspecto del rostro
de la mujer. Se sentirá incluso agobiada y cansada. El ritmo del planchado
bajara y hasta la luz ambiental. Parecerá que se encuentra en otoño y los
niños, si en ese momento callan, compartirán la tristeza del adulto. La veremos
planchar con desgana, incluso aumentaremos la historia y la veremos sentarse a
descansar y a pensar en sus cosas.
Nosotros aumentaremos el cuadro a un matrimonio en crisis y a desesperanza.
Nada de esto es real. La mujer
sigue planchando. (Menuda mañana de
plancha le espera).
De repente suena la novena de
Beethoven. Y la vemos correr. Vaya, tiene prisa por marcharse o el marido
llegara a su casa y la encontrara con
todo sin hacer. O se ha de ir a comprar y no tiene tiempo y ha de dejar a los
niños. Y corre, corre con la plancha. Su rostro esta tranquilo pero serio y a
lo mejor algo angustiado. La vemos
posteriormente, coger la chaqueta y el bolso, meter a los niños en el coche y
salir pitando.
Pero cambia la ambientación y
pasamos a la quinta. Y, o una de dos, o
tiene un sumo cabreo por toda la cantidad de ropa que ha de planchar o no se
esperan lo que va a acontecer. Ellos tan tranquilos y quizás haya un ladrón o
un asesino merodeando por fuera. O una guerra empezara en su país o quizás
algún espíritu hará de repente su entrada en la escena mientras ellos, ajenos a
estas circunstancias, siguen su vida. No sabe ella lo que le va a caer
encima y mas vale que lo siga ignorando.
Para Elisa. Y la escena, sin cambiar, cambia para
nosotros. Vemos el rostro dulce de la madre y el de la niña o niñas que juegan
y que a lo mejor ni habíamos visto. Se parecen muchísimo. Ah, que madre más
eficiente, mas maja, cuidadosa, dulce y sus hijas tienen la suerte de parecerse
a ella. Los varones desearan tener a una mujer así esperándoles en casa y que
les haga ternezas y los mimen, les tengan preparada la comida y solo dulces
palabras en sus oídos que les hagan olvidar la dureza de la vida.
Y así podríamos seguir y seguir.
Con el mismo cuadro pero con distinta música.
Y se puede añadir lo mismo a las
variaciones en la iluminación, en la
ambientación, en el vestuario y maquillaje.
Y lo que es más importante: en
nuestro bagaje intelectual y cultural, en nuestra manera de ver las cosas y las
infuenciaciones.
De tal modo que cabria
preguntarse: ¿Cuál es la verdadera realidad? ¿La realidad la construimos cada
uno de nosotros o existe una verdadera base? Las matemáticas, por haches o por
bes, pueden probar y sustentar tanto una teoría como la contraria.
Gracias a los sentimientos, que
también son equívocos, podemos tener una referencia. Lo que nos gusta es bueno,
lo que no nos gusta es malo. Lo que causa muchísimo dolor es malísimo y lo que
causa mucho placer es buenísimo.
La muerte, por lo tanto y por
ejemplo, es mala. Causa muchísimo dolor. Así como el amor es buenísimo porque
causa muchísimo placer. Pero si la
muerte es en defensa propia o sirve para que una persona no sufra mas dolores
físicos, la muerte causara un gran placer al liberarnos de un peligro y no será
tan dolorosa. Y para un asesino, la muerte ajena es una liberación, sobre todo
si es el quien la causa así como para sus victimas, será la desesperanza total.
En cuanto al amor, ocurre igual. Y algo similar en cuanto al uso de la fuerza y
a las intenciones.
El uso de la música como
instrumento para obtener un beneficio de modo directo o subliminal, hace mucho
tiempo que esta en vigencia.
De modo directo mediante las
clases, conciertos, composiciones, venta de las piezas sea compuestas, sea
interpretadas, etc… De modo indirecto, usando la música como terapia, como
marketing para comprar mas o menos, como vehiculo de transmisión, etc…
Es importante saber desprenderse
de cualquier sentido, visual, auditivo, táctil, etc… para poder ser un poco
conscientes de la realidad, solo un poco. Aterrarnos al darnos cuenta de cuan
equivocados estábamos en su apreciación y, poco a poco, haciéndonos cargos de
su veracidad, ir maravillándonos igualmente de la cantidad de recursos
distintos que usa la naturaleza y la disposición de nuestro cerebro para
ofrecernos felicidad de muchos modos y
que poco preparados estamos para recibirla. Sobre todo cuando la manipulamos y
la usamos en beneficio propio.
¿Llegaremos a ser plenamente
conscientes, de alguna manera, de esa verdadera realidad?
All rights belong to its author. It was published on e-Stories.org by demand of Maria Teresa Aláez García.
Published on e-Stories.org on 26.08.2009.
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