Juan Carlos González Martín

CRÓNICAS ALCOHÓLICAS (Soy un idiota)

CRÓNICAS ALCOHÓLICAS
(Soy un idiota)
 
Soy un idiota entre un montón de idiotas. Vivimos todos en un sueño compartido de idiotas. Detestamos levantarnos para ir a trabajar y aún así todos lo seguimos haciendo.
Y voy a ir al bar a tomarme un coñac antes de ir a trabajar por eso, por que todo el mundo es idiota.
La verdad es que no necesito excusas. Lo que si necesito es alcohol por que si no la cabeza me va a explotar. No me acuerdo de cuantas horas he dormido ni de cuando me acosté ayer. Estoy asqueado y la boca me sabe mierda. Es hora de pegar un buen trago.
Antes de bajar de casa saco un tercio de cerveza bien frío de la nevera y salgo a la terraza a bebérmelo y que me de un poco el aire. Oigo una estrépita y ronca voz que indunda la calle desierta. Parece ser que soy uno de los pocos gilipollas que madruga para ir a trabajar en sábado.
Miro hacia abajo y veo a Antonio, un vecino que pesa mas de cien kilos y bebe más de cien litros diarios. Me ve y me ladra algo que no logro entender muy bien.
-        ¿que dices? – le digo
-        Que si me tiras un cigarro que se me acaba de terminar el paquete – ladra él con su voz ronca.
-        Toma, ahí va – le tiro un pitillo que cae lentamente mecido por la brisa mañanera.
-        ¿Dónde vas ahora? – le pregunto.
-        Me iba ya para casa pero si quieres nos tomamos la última – dice.
-        La última para ti. Para mi es la primera – le digo.
Técnicamente es la primera del día aunque es posible que la última me la haya tomado hace menos de dos horas, aunque no me acuerdo.
Bajo y doy un abrazo al gordo. Nos dirigimos al bar que hay en la esquina en el que los sábados por la mañana se mezclan los borrachos inmundos con los trabajadores decentes.
Yo parezco ser una mezcla de los dos, excepto por lo de decente.
Entramos y hay poca gente. Un tipo pequeñajo en la esquina que siempre está, un par de tipos bebiendo café y leyendo el periodico y el camarero limpiando un vaso.
Nos sentamos y Antonio apura el pitillo que le he tirado por la terraza y pide un sol y sombra. Interesante elección pero yo necesito coñac solo. Esa mariconada de coñac con anis tarda mucho en quitarme la resaca.
Ponen los dos vasos. El gordo le da un pequeño sorbo. Yo me lo bebo de un trago. Tengo prisa ya que tengo que entrar a trabajar. Pongo un billete encima de la barra y le grito al camarero:
-        ¡Cóbrate! –
El gordo me pide otro pitillo cuando me levanto de la silla para marcharme. Este puto gordo es insaciable.
-        Nos vemos – dice él.
-        Hasta luego Juan– dice el camarero.
(que os follen) pienso yo.
El coñac me ha animado un poco pero, joder, me espera un día de mierda. Marujas dando el coñazo y padrazos maricones con sus pequeños demonios revoloteando por todas partes. Lo odio. Meto las manos en el bolsillo y para mi sorpresa, tengo una bolsita con restos de algo blanco que me acaba de dar la vida. Antes de llegar a la calle donde está la tienda en la que trabajo me desvío hacia unos soportales en los que solía parar cuando eras más joven para fumarme un cigarro antes de entrar a trabajar. Ahora, a parte del cigarro, me pongo un tirito y me hago un nevadito de los que tanto me gustan. Me lo fumo mientras me dirigo a la tienda y ese placer amargo se desliza por mi garganta. Lo tiro antes de entrar.
Los que trabajamos en esa tienda entramos por una puerta trasera de metal que da directamente a nuestra zona de trabajo. Los clietnes entran por la delantera que es mucho más grande, se parte en el medio y es corrediza de cristal. Más de uno se ha sobado los morros por fallar el mecanismo de apertura.
Solo de pensar que tengo que estar todo el puto día aquí dentro me quita las ganas de vivir, aunque la raya de farlopa me ha dado animos. Sin contar la copa de coñac, que es mi vida. Sin ella mañanera no podría seguir el día a día.
Llamo a la puerta para que me abran. Está el pollero que es un tío enrollado con gafas y muy nervioso. Me da buen royo verle y que esté trabajando conmigo por que hay confianza y nuestras juergas nos hemos corrido juntos. Casi seguro que el también viene con resaca.
-        Buenos días Emilio – le saludo y me dirijo al cuarto en el que nos cambiamos la ropa.
Me ponto el disfraz de esclavo, que es como llamo yo al uniforme, y otra raya. Ya no me quedan más pero sí muchas horas hasta que me pueda ir a casa a sobar.
Trabajo en la charcutería que está al lado de la pollería donde está mi amigo Emilio. Soy el ayudante de un hijo de puta con el que a veces te ríes y otras lloras.
Aún no ha llegado. Suele llegar más tarde.
Empiezo a colocar el género pero algo en mis tripas no marcha bien y tengo que ir corriendo al baño. Pero nunca hago ningún viaje al tigre en valde. Cojo un trozo de jamón de york que tenemos para vender y me lo llevo conmigo.
Estoy cagando con el jamón en las manos. No se por qué pero se me está poniendo dura así que decido masturbarme y correrme encima del jamón. Le restriego bien el semen por encima para que esté bien jugosito. Luego me limpio el culo y el papel manchado también se lo restriego bien hasta que se quita el color marrón pero el olor y la sustancia siguen estando ahí.
Salgo del baño y llego hasta el sitio donde va colocado el jamón. Justo lo coloco y entra mi encargado por la puerta.
A punto a estado de pillarme saliendo del baño con el jamón de york en las manos y apestando a mierda, pero me he librado por los pelos. Emilio me mira de reojo y se ríe. Yo soy un don nadie comparado con lo que hace él con los pollos, lo que pasa es que luego los pollos se cocinan, cosa que el jamón de york se como crudo, así recién sazonado del baño.

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Published on e-Stories.org on 09.06.2012.

 
 

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