Fernando Otero

Se Fue Ernesto

Se fue Ernesto y se siente la ausencia. Hoy como ayer, y como seguramente haré mañana, comencé el día con el aroma de un café Almendra Tropical ya que la cafetera tiene doble función en mi casa, hace café y me sirve de despertador físico y emocional porque el aroma de mi tierra me despierta los sentidos y los recuerdos para evitar que se me olvide de donde vengo aunque a veces siento que ya no sé adonde voy. El segundo paso de la rutina mañanera es entrar a la pagina de Internet del Heraldo para ponerme al día de las eventos verdaderamente importantes, como que pasa con el Junior, o que si los arroyos se siguen llevando los carros, o si ya eligieron a la reina del carnaval. Pero hoy fue diferente. La primera página ponía el mundo patas arriba  cambiando lo esperado con la sorpresa de una noticia inimaginable. Ernesto se nos adelantó.
 
Hablo de Ernesto como si hubiera sido mi amigo del alma, y no lo fue en la manera convencional en que se definen las relaciones. Fuimos compañeros de colegio en el  Liceo, nos pusimos los guantes de boxeo en el garaje del gordo Donado , jugamos futbol, Ernesto era portero, en fin nada especial pero sí profundo, con la profundidad y la marca imborrable que dejan las experiencias que se viven los años cercanos a la caída de los dientes de leche. Reflexionando, con el tiempo sentí envidia de Ernesto pues el vivió la vida que yo hubiera querido vivir pues fué auténtico a ese sueño de narrador de realidades y de fantasías que siempre quise ser y nunca tuve el coraje de afrontar con decisión definitiva. Los escritos de Ernesto, las películas, los comentarios de televisión y radio traían el mensaje positivo de lo que es ser un autentico Caribe, culto, elegante, y con la capacidad narrativa que llevamos en la sangre, que permite algunos llegar a ser narradores elocuentes, y a otros, como en mi caso, nos permite ser habladores de mierda con ínfulas de mas.
 
Ernesto construyó sus sueños mientras yo decidí vivir un mundo de electrones, bits y bites. Cambié el sol de Puerto Colombia por los cuartos fríos llenos de computadores en los centros informáticos del mundo. Cambié el sabor de la arepa de huevo con un jugo de corozo helado por el fast food de cualquier esquina anónima en una ciudad plástica diseñada por Rubén Blades.  Pero a pesar de la distancia, los escritos de Ernesto me hacían sentir todavía en mi tierra aunque fuera por unos cuantos minutos cada día. Por eso siento el vacío. Las palabras de mi tierra fueron mis compañeros en mi jornada en los desiertos de Afganistán, en la metrópoli ultra moderna que es Tokio, en la solemnidad cultural que es Europa, en los templos Budistas en China, en la mezcla de culturas que es Hong Kong, en todas partes, en todos los rincones podía ser Caribe a través de Ernesto. Por eso es que me permito hablar de el como si fuera un amigo porque lo fue. Hubiera querido poder tener la oportunidad de conversar con el y contarle de mis aventuras,  de los sin sentidos en el exilio que son prueban viviente de que la magia Macondiana no tiene limite geográfico sino que es parte de nuestro DNA, y por esa misma logica sin sentido fué como llegué a ser cocinero sin nunca haber hecho un huevo frito, o taxista en las carreteras que rodean el mundo de fantasia de Disney cuando nunca aprendí a manejar en mi tierra, o en el mas sin sentido de todos, manager de un call center en los Estados Unidos cuando todavía no aprendía el inglés. Hubiera sido una conversación del carajo.
 
Tal vez la única ventaja de volverse viejo es que la memoria se atrofia y nos permite volver a revivir lo vivido con la inocencia de quien no sabe. Espero volver a leer los artículos y novelas  de Ernesto, de David Sanchez Juliao y de ese otro genio de nuestro Caribe, Alvaro Cepeda Samudio, creador de  esa frase simple y profunda que define en cinco palabras la calidad de la cerveza Aguila pero que le pido prestada para definir la vida de Ernesto: sin igual y siempre igual. 
 
Este año, que no se acaba, ha sido difícil con la ida de mi padre y ahora de este amigo. Es que los años no pasan en vano. Creo que es el momento de volver a buscar mis libros viejos y sentarme en el sofá de la esquina para terminar de envejecer volviendo a leer los libros que ya leí. 

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Published on e-Stories.org on 22.11.2012.

 
 

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